Reproducimos íntegramente el escrito que nos ha hecho llega una usuaria del Punto Municipal del Observatorio Regional de Violencia de Género (PMORVG) en Boadilla del Monte.
Quienes quieran compartir alguna situación o hecho de interés general que esté pasando, pueden escribirnos y mandarnos fotos o vídeos a webboadilladigital@gmail.com
Me llamo María y desde hace aproximadamente un año voy al Punto de Violencia de Género de Boadilla. Llegué allí tras denunciar a mi marido después de años de aguantar sus ataques de ira, que cada vez iban subiendo de intensidad, hasta el punto de ejercer esa violencia delante de nuestras hijas.
Durante mucho tiempo le había ido perdonando cada vez que me insultaba, que rompía cosas, que revisaba los mensajes de mi móvil, que daba portazos, que me empujaba… porque al día siguiente se mostraba arrepentido y decía que no iba a volver a pasar. Poco a poco vas normalizando esas situaciones, aunque supiera que no se lo debía tolerar, pero cuesta dar el paso de romper con esa situación.
Un día me armé de valor y planteé el divorcio pero se negó y dijo que todo iba a cambiar. Prometió ir a terapia psicológica para aprender a controlar sus ataques de ira y durante un tiempo estuvo mejor pero las situaciones violentas se volvieron a suceder. Hasta que un día vi el miedo en la cara de mis hijas de 7 y 10 años y no pude más. Decidí llamar a escondidas al 112 pero casi ni me salía la voz y hasta estuve a punto de colgar. Afortunadamente no colgué y la Guardia Civil y la Policía Local llegaron enseguida y le detuvieron. Tras la denuncia y, al día siguiente, el juicio rápido, el juez dictó una orden de alejamiento, entre otras medidas. Nada más salir del juicio fue la Guardia Civil la que me informó de que debía ir al Punto de Violencia de Género del Ayuntamiento.
Hasta ese momento no sabía ni qué era el Punto ni por supuesto nada de lo que tenía que hacer. Llegué en un estado de absoluta confusión por todo lo que había pasado en muy pocos días y no puedo más que agradecer la comprensión y el cariño que recibí por parte de la trabajadora social, que me explicó qué iba a pasar a partir de ese momento, qué tenía que hacer por orden de prioridades y con qué recursos contaba el Punto. En cuestión de días tuve citas con la abogada, que me aclaró paso por paso todo el proceso, y con la psicóloga, que en esos momentos es una absoluta prioridad para intentar entender todo lo que está pasando y cómo manejar emocionalmente esa situación. Poco después mis hijas también tuvieron citas con la psicóloga infantil, algo absolutamente fundamental en nuestro caso, y así seguimos las tres a día de hoy pero, afortunadamente, estamos mucho mejor que entonces a pesar de que todavía queda un largo camino por recorrer.
En mi caso tengo estudios superiores, trabajo, independencia económica y, hasta donde yo pensaba, algunos conocimientos sobre la violencia de género, pero la realidad es que me equivocaba. En los diferentes talleres del Punto a los que he asistido y, por supuesto, en las citas con las psicólogas, es donde he empezado a entender algo mejor el proceso de la violencia machista, todo lo que implica, y cómo no volver a caer en ella. Pero para esto hace falta tiempo y quizá más recursos para que se puedan tener citas tanto con las psicólogas como con el resto de las profesionales con más frecuencia.
Por último, me gustaría animar a todas las mujeres que se vean en situaciones similares a buscar ayuda en el Punto de Violencia, a denunciar la situación, y decirles que no están solas y que de la violencia se puede y se debe salir lo antes posible.